AZOTE NOROCCIDENTE

Gravedad. Un principio físico que se define a través de un concepto fantástico: la atracción. Seductora, la gravedad nos ha invitado siempre a desafiarla; un acto de tremenda alevosía, ¿o no es ella la única que nos mantiene con los pies firmes sobre la tierra? Aceleración. Peso. Velocidad.
Arriba, solo las nubes. Abajo, la ciudad. En medio, como un purgatorio, está el camino, una pista que se ha convertido en libertad, una vía sin peajes para escapar de una realidad de mierda. El camino es el que narra la historia. Un trecho curvilíneo y empinado al final del cual terminas sonriendo, agitado y eufórico, o convertido en una crucecita blanca empotrada en el asfalto, al margen de la curva, adornada con flores de colores.
Claro que en Medellín se hacía gravity antes, incluso, de llamarse gravity. Es una práctica que los paisas, velocistas natos, han realizado por décadas y sin distingo de clase: descolgar por las lomas de su ciudad en bicicleta.
"Mi papá descolgaba por acá, él tiene meras cicatrices de caerse por aquí. Por esta vía viene mucha gente hace mucho tiempo; había incluso personas que se descolgaban en patines", me dijo Stan, un chico de 16 años, con la piel llena de "limadas" (raspadas), producto de permanentes descolgadas por las vías cercanas a su barrio, Robledo, en el noroccidente de Medellín.
En Robledo hay múltiples contrastes: hay violencia, paramilitarismo, pillos, policías, vistas fascinantes, paisajes poderosos y vírgenes que cuidan entre lágrimas una carretera de dos carriles usada por tractomulas, buses y volquetas que, como una especie de gigantes paquidermos, se andan con cuidado para no pisar a los pelados temerarios que en bicicletas y motos juegan entre carros de varios ejes una ruleta rusa veloz, excitante y divertida.
Es aquí, en Robledo, donde se encuentra uno de los parches de chicos que más activamente practican el gravity en la ciudad. Cuchos, como ellos se refieren a sí mismos, que, entre los 13 y los 27 años, ya hablan como si hubieran vivido varias vidas; un grupo de pelados que ha encontrado en el parcero del lado no solo al amigo contra el que se compite por bajar más duro la loma, sino a un familiar con el que se comparte marihuana, chorizo, arepa, leche, panela, vida, experiencia, miedos, azares y azotes.


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